La Historia de Periko
Cuando regresó a Bariloche en 1989 para radicarme aquí, alquilé una casa en el km. 7,5 con la idea de convertirlo en un albergue juvenil. El día que me entregaron las llaves de la casa, me dijeron: “Por cierto, Periko es parte de la casa”. Entonces, adopté este enorme perro marrón de “cara amable” por obligación.
Cuando el albergue juvenil empezó a funcionar como ‘Alaska’, Periko se convirtió en una parte esencial de la historia del lugar. La gente hablaba de él, lo alimentaba, se reía de sus encantadoras expresiones faciales y de la forma en que movía todo su cuerpo para mover su inexistente cola.
Recuerdo tantas anécdotas… Como la vez que Periko encontró abierta la puerta del camión de reparto de carne, el día que se comió el salami de uno de los mochileros y bebió la leche de otro, las veces que quedó atrapado a medio camino en la ventana de la cocina… .
Las peleas callejeras con otros perros, seguidas por su inseparable discípulo Otto, eran una costumbre en el barrio… como aquella vez que la banda de Jazz tocaba en el parque y Periko decidió que no le gustaba la actitud de un perro que pasaba, así que Naturalmente, se desató el infierno y todos los perros se unieron a la fiesta.
Al principio la banda siguió tocando, pero los ladridos y gruñidos se hicieron tan fuertes que resultaban insoportables. Fue entonces cuando los músicos empezaron a golpear a los perros con sus instrumentos, y Diego, el trompetista, le dio a Periko un golpe en la espalda con su instrumento de oro… Hoy en día, Diego todavía toca música con la trompeta torcida .
Periko, después de ganar muchas batallas en su vida, nos dejó el primer día de Otoño de 1999. Su majestuosa figura, su imponente corteza, su encantador y adorable rostro y su cariñoso carácter, permanecen en nuestros corazones.
Periko es una leyenda, y es un honor dedicar este albergue juvenil a esta amiga que ha sido una fiel compañera durante estos 10 duros años de vida hostelera.
Marcelo, propietario del albergue juvenil Alaska y Periko’s